Hasta 2000, las madres islandesas tenían seis meses de permiso «mal pagado» y los padres no contaban ni con un día para cuidar de sus recién nacidos, una situación que cambió a partir de ese año cuando el Parlamento aprobó una ley que concedía a cada progenitor tres meses intransferibles. «El cometido de la ley era permitir que los hombres se hicieran también cargo de sus hijos y que las madres pudieran integrarse en el mercado de trabajo», afirma Eydal, que ha participado en Madrid en una jornada sobre la igualdad de género en tiempos de crisis, organizada por la Plataforma por Permisos Iguales e Intransferibles de Nacimiento y Adopción (PPiiNA). Incluso la ley era tan flexible que otorgaba a los progenitores un plazo de 18 meses para disfrutar cómo ellos dispusieran de los meses de permiso.
La crisis llegó a Islandia, pero no conllevó un recorte en la duración de los permisos, sí en la cuantía, que el Gobierno prometió restablecer al cien por cien en cuanto la situación mejorase. La investigadora asegura que la ley «funciona porque no solo los padres cuidan de los bebés sino que también les cuidan más después del permiso».
Eydal, que es profesora de Política Social y Trabajo Social de la Universidad de Islandia, explicó que en 2012 la ley se volvió a reformar, siempre para mejor, con el apoyo unánime de todo el Parlamento; «no hubo ni un grupo que votara en contra»: cinco meses intransferibles para cada progenitor y dos más transferibles. En Noruega, por ejemplo, según comenta Eydal, las empresas prefieren que los padres tengan los mismos meses de permiso que las madres para «no desperdiciar el talento femenino».
0 comentarios:
Publicar un comentario
Tu opinión es importante para mi. Gracias por seguirme.